martes, 5 de junio de 2012

La Tau


   La Tau “T” es la última letra del alfabeto hebreo. Decimonovena letra del alfabeto griego, que corresponde a la que en el nuestro se llama “te”. Pero es también una señal o signo, todo un símbolo.
   
   San Francisco profesaba una profunda devoción al signo Tau, Con ella firmaba cartas y marcaba paredes. Esto lo destacó Celano en su Tratado de los Milagros cuando dice: “La señal de la Tau le era preferida sobre toda otra señal; con ella sellaba Francisco las cartas y marcaba las paredes de las pequeñas celdas (3 Cel 3).

   En la Leyenda Mayor, S. Buenaventura nos habla de que San Francisco sanaba heridas y enfermedades con este signo. “Se ha de notar que el Santo veneraba con gran afecto dicho signo: lo encomiaba frecuentemente en sus palabras y lo trazaba con su propia mano al pie de las breves cartas que escribía, como si todo su cuidado se cifrara en grabar el signo tau -según el dicho profético- sobre las frentes de los hombres que gimen y se duelen (Ez 9,4), convertidos de veras a Cristo Jesús” (LM 4,9).

    Desde el siglo II aparece en las catacumbas; se usó también en Egipto y en todo el Oriente. La llevaron los cruzados sobre todo después del discurso de apertura del IV Concilio de Letrán (1215) pronunciado por Inocencio III y que versó sobre el tema: “Señala con una Tau la frente de los justos”. Es verosímil que San Francisco de Asís asistiera a ese Concilio ya que Inocencio III había aprobado oralmente su Regla y se iba a tratar el tema de las nuevas Órdenes. Allí  el Papa  predicó sobre Ezequiel 9 y llamó a todos los cristianos a hacer penitencia bajo el signo de la tau, signo de conversión y señal de la cruz.

   La taw hebrea, o la tau griega, estaban de moda en tiempos de Francisco. Para Francisco era, igual que la cruz, el signo de la salvación y de la redención. Y así como la salvación se llevó a cabo mediante la cruz, con sufrimientos y dolores, así también el discípulo de Jesús está llamado a seguir el camino de la cruz.

    El P. Damien Vorreux se dedicó en su libro Un symbole franciscain, le Tau. París, Ed. Franciscaines, 1977, 107-109, a describir el simbolismo que la Tau tenía en Francisco: «La Tau es para él (Francisco) certeza de salvación (a causa de la victoria de Cristo sobre el mal)... La Tau es para él la universalidad de la salvación. Por tu santa Cruz redimiste al mundo: tal es el final de la oración que sus hermanos y él recitaban cada vez que divisaban una cruz (1 Cel 45; Test 5). La Tau es para él el símbolo de conversión permanente y de desapropiación total... La Tau es para él exigencia de misión y de servicio a los demás, porque el Señor se hizo siervo nuestro hasta la muerte. Francisco será también, por lo mismo, siervo de Dios y siervo de sus hermanos... La Tau, finalmente, es para él signo de la bondad y del amor de Dios...».  .

   La tau era su signo preferido desde antes de dedicarle el pergamino a Fray León. Precisamente por ello puede Fray León entender la tau en el sentido en que la entiende Francisco y tener en gran estima, como un autógrafo, el pergamino que contiene la bendición y que lleva la letra manuscrita e inconfundible de Francisco.

   La Tau acompañó todo nuestro caminar por tantos años y tantos acontecimientos en el colegio; en momentos especiales aparecía con más fuerza para indicarnos que ahí estaba señalando el rumbo; bajo distintas formas de presentación se la podía ver sobre todo durante la semana alrededor del 4 de octubre de cada año para los festejos en honor de San Francisco, como signo indiscutible de su representatividad.

     Y con este sentimiento nació, por la iniciativa y el accionar de los integrantes del Área de Ciencias Exactas, para todos los que de alguna forma estuvimos y nos sentimos partícipes de la comunidad del ICR en la sección secundaria: lucirla orgullosos sobre nuestro pecho porque representa el signo inequívoco de la pertenencia a ese lugar, el que construimos con dedicación y esfuerzo, en el que ya no estamos porque nos jubilamos, pero lo seguimos sintiendo nuestro porque sembramos en él, entrelazamos nuestras vidas en él y  permaneceremos ligados a él a pesar de la partida porque  fue y es “nuestro lugar”.

  ¿Cómo no sentir al colegio “nuestro lugar” si trabajamos arduamente para que así fuese? ¿Cómo despedirnos de allí sin llevarnos ese signo para que simbolizara nuestra pertenencia a él? Por eso la Tau colgada de nuestro cuello, nos sigue acompañando a cada uno de los que de a poco nos fuimos despidiendo del contacto diario y la tarea compartida; es el signo que tiene la virtud de recordarnos que, cada uno con sus posibilidades y responsabilidades, fue artífice de ese lugar llamado Instituto Cristo Redentor, nuestro lugar de encuentro y crecimiento,  “nuestro lugar del trabajo y la vocación” por siempre.


                                                                                                      María Adela Pon 


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