miércoles, 20 de marzo de 2013

Hay una palabra...



    Para iniciar un escrito generalmente hay un disparador que a uno lo atrape y lo impulse, a veces se trata de un recuerdo, o el encuentro con una persona, a veces una música… en este caso fue una palabra.

   Una palabra que, de golpe… tomó otra dimensión. Muchas veces la he escrito a lo largo de todo este blog, pero recibí una respuesta… y ahí estaba hablándome desde otro lugar. La Hna Martha Cuatrín me envió un mail, en el que entre otras cosas me manifestaba: “Realmente el Cristo es mi Hogar. Aquí me formé y aquí entrego mi vida. Un abrazo Martha… y esa palabra así escrita… con mayúscula… inmediatamente me llevó a una imagen… y esa imagen a otras palabras que pude traducir en un poema que titulé…

Imaginé...



Imaginé unas Hermanas… viniendo de lejos,

 trayendo una llama muy dentro del pecho

que las impulsaba a dejar su terruño

para entregarse a la sublime misión de educar.

Imaginé su compromiso…  aceptando el llamado

 para hacer en el Cristo… otro nuevo lugar

que  abriera caminos iluminando las mentes,

que ofreciera cobijo, que abrigara esperanzas,

que ayudara a crear lazos y encontrar afectos

a los  que la vida se encargó de quitar.

Imaginé sus manos…preparando el refugio

y encendiendo los leños para dar calor,

para que los niños, los más desprotegidos,

entre sus muros hallaran hoguera de amor.

Imaginé la congoja… por sus huerfanitos

cuando  el cálido asilo debieron cerrar,

pero…  Dios tenía otros planes,

en Él confiaron, reabrieron sus puertas

 y decidieron que  sólo las mujeres

ahora en esta casa se podían quedar.

Imaginé sus ganas… de seguir la lucha

creando otra escuela  y el internado,

para que huérfanas y pupilas pudiesen

allí, en esa morada, vivir y estudiar.

Imaginé sus días… detrás de los muros

acompañando a las niñas en su formación,

orando con ellas, velando sus sueños

y abriendo sus brazos para consolar.

Imaginé su empeño… para que esa llama

de  amor  y de entrega que tanto cuidaban,

en los corazones de aquellas pequeñas

en un rinconcito pudiera anidar.

Imaginé la alegría…de las que ayudaron

dándoles los instrumentos para despegar,

inculcando valores, promoviendo el estudio,

para que sus metas pudiesen lograr. 

Imaginé el gozo… cuando consiguieron

alcanzar el sueño de formar maestras

para que transmitieran no sólo el saber,

y cuando muchas de ellas unieron

sus hábitos con los guardapolvos blancos,

las imaginé rezando… para agradecer.

Imaginé su transitar… por distintos senderos

para formar otros refugios de Paz y de Bien,

como el que rememoro, mi querido Instituto,

en el que yo también encontré mi lugar.

Imaginé cinco letras… cálidamente enlazadas

protegiendo ese nido, el que ellas armaron

con amor de madres, para así entregar:

protección… cariño… consuelo…

ayuda… educación… refugio… amparo…

ofrendas que fuertemente unidas simbolizan

aquello por lo que siempre lucharon

y que, emblemáticamente, llamaron… Hogar.



¡¡¡Gracias!!!


 


                                                                                                                 María Adela Pon

 
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